Diseño que emociona: una conversación con Frans Schrofer 

Define tu diseño: su finalidad en el mundo, en la sociedad, y tu papel como diseñador.

Considero que, como diseñador, tengo la responsabilidad de crear productos que ofrezcan una vida útil prolongada y hagan un uso equilibrado de los materiales para lograr una huella de carbono lo más reducida posible. Lo ideal es conjuntar belleza, confort y calidad. Para mí, lo importante es que mis diseños sean admirados y deseados, y sigan sirviendo a las generaciones futuras. 

¿Cuál sería tu definición de creatividad? ¿Y necesitas de ciertas rutinas o determinados ambientes para alcanzar tu mayor potencial creativo?

La creatividad es un pequeño milagro. Es increíble cómo nuestro cerebro logra establecer las relaciones más inesperadas entre distintos elementos sin relación para dar rienda suelta a un espíritu creativo que desborda energía. Tanto es así, que no puedo dejar de trabajar hasta que el diseño final sea perfecto. Es como si diera a luz a una nueva especie cada vez.

Disfruto trabajando en mi estudio y también en la planta de la fábrica. Cuando me veo rodeado de artesanos, ingenieros, artistas, maquinistas y todos los elementos capaces de crear y reproducir, el proceso completo se vuelve fluido y la creatividad se abre paso sin esfuerzo. 

Has mencionado la palabra “perfecto”. ¿Qué opinas de la perfección y cómo sabes cuándo está completo un diseño?

Diseñar y componer música son cosas muy parecidas: todas las notas deben estar en su lugar considerando el tono, el equilibrio y el tempo. Lograr la armonía adecuada entre todos los elementos es, a veces, cuestión de días, y otras, de años. Después, la cadena de producción da forma a la puesta en escena de todos los materiales, para garantizar que te enamores de esa experiencia de diseño.

La compra de un vehículo no suele implicar que una esposa tenga que abandonar el hogar familiar durante dos días. El vehículo en cuestión era tu tercer Citroën DS. También tienes un Citroën Maserati. Háblanos de tu pasión por los autos franceses de mitad del siglo pasado.

El diseño de automóviles asume un enfoque muy escultórico que busca evocar emociones en el consumidor. Cada marca trata de atraer a su público a su manera. Mi incipiente obsesión por el diseño de autos me llevó a comprender este lenguaje visual desde joven. Y abordo el diseño de mis muebles de manera similar: creando un lenguaje sin palabras basado en la forma. 

Uno de los mejores ejemplos es el Citroën DS de 1955, apodado “Diosa” y diseñado por el italiano Flaminio Bertoni, quien primero, y ante todo, fue escultor. Su aspecto, sin concesiones, representaba un detallado estudio de la forma con técnicas hidráulicas innovadoras que lo convertían en un automóvil revolucionario. Este trabajo dio como fruto un auto muy elegante y comercialmente exitoso durante más de 20 años. Si te encuentras con una Diosa abandonada, bendecida con una cruz de madera sobre ella, siento que es mi responsabilidad rescatarla. ¡Lo siento, Sonia! 

¿Dónde encuentras la inspiración? 

La inspiración procede de cualquier actividad cotidiana: relajarme por la noche, reunirme con amigos y realizar distintas actividades culturales. Vivimos en una ciudad multicultural que es todo un crisol de influencias. Por eso mantengo una actitud abierta e intento hacer de cada mañana un nuevo comienzo. La curiosidad y los nuevos desafíos me proporcionan la energía para seguir buscando. La pieza más bella de mobiliario aún está por ser creada. Y la experiencia más gratificante es cuando mis diseños causan una reacción arrolladora.

¿Encuentras similitudes entre el diseño holandés y el diseño danés?

¡Muchas! En ambas culturas apreciamos los diseños limpios y bien planificados: nos gusta optimizar materiales y usar tecnologías innovadoras. Los dos somos países pequeños que hemos tenido que mirar más allá de nuestras fronteras para hacer negocios. Históricamente, ambos tenemos una tradición centenaria en la fabricación de muebles. De hecho, mi abuelo era un fabricante de muebles que se mudó desde Suiza a los Países Bajos en el siglo XIX. 

Tus padres eran pintores de prestigio, y a ti te apadrinó un escultor, Frans de Wit. ¿Te identificas con el componente artístico de tu artesanía, o consideras que tu trabajo es puramente diseño? 

Mis padres fueron artistas los dos, y de ahí procede mi ADN. Ahora es cuando encuentro muchos paralelismos entre sus obras y el conjunto de mis trabajos. Ambos fueron muy prolíficos y estaban siempre explorando nuevos estilos, técnicas y temas. 

Como escultor, Frans de Wit se dedicó a proyectos de tipo monumental, pero también era capaz de trabajar al más mínimo detalle. Él me iluminó con su paciencia y persistencia para refinar un modelo hasta obtener la armonía perfecta. No he visto esa clase de energía y dedicación en nadie más. Fue mi mayor inspiración.

Me encanta el cargo de Sonia: porrista en jefe. Describe tu relación de trabajo y qué consejo les darías a las parejas que trabajan juntas.

Nuestros estilos de gestión son muy distintos y complementarios. Sonia tiene experiencia internacional en el mundo de la moda y nos introdujo muy pronto en el uso de paneles de inspiración, análisis de mercadotecnia y desgloses de colecciones, y en los aspectos económicos y sociopolíticos que afectan a la industria. También organiza todas las comunicaciones con los clientes y las estrategias de presentación. Yo soy el que se mancha las manos de grasa y sabe cuando el motor suena bien. Las personas creativas no se ajustan a un molde determinado y cada uno tiene que descubrir cómo aprovechar las cualidades del otro. 

El mejor consejo que puedo dar es saber el papel que le corresponde a cada uno. Es fácil terminar funcionando como marido-mujer en el trabajo, cuando lo correcto debería ser diseñador-promotora. Mantener separados el hogar y el trabajo es difícil. Quizá pudiera desconectarme, pero Sonia sigue haciendo de porrista hasta horas después de cerrar el negocio.